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domingo, 26 de mayo de 2024
Kirito en un isekai
martes, 21 de mayo de 2024
Deseos de dia la madres
Roberto un hombre de 40 años, siempre había tenido un deseo profundo y secreto: ser mujer. A lo largo de su vida, había aprendido a reprimir estos sentimientos. Se casó con Clara, tuvieron dos hijos y llevó una vida aparentemente normal. Sin embargo, su anhelo nunca desapareció.
El día transcurrió de manera caótica pero emocionante. Laura, Roberto se metió a la cama cuando escucho que alguien estaba por entrar a la habitación, fingio estar dormido y fue despertado con un desayuno en la cama por los hijos y esposo de Laura, Roberto. ahora en el cuerpo de Laura, disfrutó de la atención y del cariño que le brindaba la familia. Pasaron el día juntos, con Alan y los niños cuidándola, llevándola a almorzar y mimándola de todas las maneras posibles. Fue un día que Roberto siempre había soñado, lleno de amor y aprecio por ser una madre y una esposa.
Al día siguiente, Roberto esperaba volver a su cuerpo original, pero al despertar, seguía siendo Laura. Empezó a comprender que esta no era una experiencia temporal. Ahora tenía que enfrentarse a la realidad de ser una mujer casada, madre y ama de casa.
Los primeros días en su nueva vida como Laura fueron un torbellino de emociones y desafíos inesperados para Roberto. Una de las primeras cosas con las que tuvo que lidiar fue la ropa. Al principio, usar sostenes parecía una novedad incómoda. La sensación de la banda apretada alrededor de su pecho, los tirantes que a veces se clavaban en sus hombros, y la constante necesidad de ajustar las copas eran una molestia constante. Roberto no había imaginado cuán incómodo podía ser llevar sostenes todo el día, todos los días.
Además, notó lo diferente que se sentía moverse con el cuerpo de una mujer. Su centro de gravedad había cambiado, y tareas simples como correr detrás de sus hijos o agacharse a recoger algo del suelo requerían un ajuste en su postura y movimientos. El peso extra en su pecho y caderas afectaba su equilibrio y, al principio, se sentía torpe y descoordinado.
Otro desafío inesperado fue la atención que recibía de los hombres en la calle. A menudo, se sentía observado y, en ocasiones, incomodado por miradas persistentes. Antes, como hombre, no había prestado mucha atención a cómo las mujeres podían sentirse objeto de miradas no deseadas. Ahora, entendía la incomodidad y el nerviosismo que esto podía generar.
La vida en casa tampoco era fácil. Las tareas domésticas parecían interminables. Lavaba ropa, preparaba comidas y limpiaba la casa, todo mientras intentaba mantener la armonía entre sus hijos adolescentes, quienes tenían sus propios desafíos y necesidades. Las discusiones sobre la escuela, las amistades y los primeros amores requerían paciencia y comprensión, cualidades que Roberto estaba aprendiendo a desarrollar como madre.
Un día, mientras se probaba ropa en una tienda, Roberto, ahora Laura, se sintió abrumada por la variedad de opciones y las expectativas sobre su apariencia. Eligió cuidadosamente un vestido que resaltara sus nuevas curvas, solo para descubrir lo difícil que era encontrar algo que fuera cómodo y favorecedor al mismo tiempo. Las largas sesiones de depilación, el cuidado del cabello y la piel también se convirtieron en parte de su rutina diaria, cosas que antes había visto hacer a su esposa ahora él las hacía también.
Además, en esta nueva realidad, Clara, su esposa, lo trataba como a su vecina y amiga de toda la vida. Clara venía a visitarlo, hablaban sobre sus vidas, y Roberto se dio cuenta de cuántas cosas pasaban desapercibidas cuando era hombre. Las conversaciones giraban en torno a la familia, los hijos y los retos de ser una mujer en un mundo que a menudo no las valoraba lo suficiente
Una tarde, Clara invitó a Laura (Roberto) a tomar un café en su casa. Se sentaron a la mesa, charlando como lo hacían regularmente desde que Roberto había cambiado de cuerpo. Clara le contaba sobre su día, sus preocupaciones y sus alegrías, y Rpberto empezó a darse cuenta de que Laura solo lo veia como su confidente, su amiga y nada más.
Mientras Clara hablaba, Roberto empezó a comprender lo mucho que había dejado pasar por alto en su vida como esposo. Se había centrado tanto en su propio deseo de ser mujer que no había apreciado plenamente lo que tenía con Clara. Ahora, como Laura, veía a Clara desde una nueva perspectiva, entendiendo sus pensamientos, sus preocupaciones y su cariño de una manera más profunda y empática.
Las conversaciones entre ambas mujeres se volvieron más íntimas y sinceras. Clara compartía detalles de su vida que Roberto nunca había conocido, y Laura (Roberto) sentía que, por primera vez, estaba conociendo verdaderamente a su esposa. Sus charlas abarcaban desde los desafíos de la maternidad hasta los secretos más personales y los sueños no realizados.
Con el paso de los días, Roberto, ahora Laura, empezó a adaptarse mejor a su nueva vida. Sin embargo, había un aspecto de su transformación que le generaba una inquietud constante: su relación con Alan, el esposo de Laura. Alan era un hombre cariñoso y atento, siempre dispuesto a mostrar su afecto y amor por su esposa. Esto, que en principio parecía ser una bendición, se convirtió rápidamente en una fuente de ansiedad para Roberto.
Cada noche, cuando los niños se iban a dormir, Alan se acercaba a Laura con una sonrisa seductora, buscando intimidad. Roberto, atrapado en el cuerpo de Laura, se encontraba en una situación extremadamente incómoda. Aunque trataba de evitar estos momentos con excusas de cansancio o dolores de cabeza, sabía que no podría seguir evitando a Alan para siempre sin levantar sospechas.
Una noche, mientras se preparaba para acostarse, Alan entró en la habitación con una botella de vino y dos copas. La atmósfera se llenó de tensión cuando Roberto se acercó a Laura, besándola suavemente en el cuello. Roberto sintió un escalofrío recorrer su cuerpo. Había deseado ser mujer durante tanto tiempo, pero nunca había considerado las implicaciones de ser la esposa de otro hombre.
"Laura, ¿estás bien?" preguntó Alan con preocupación en su voz. "Te he notado distante últimamente.
Roberto, sintiéndose atrapado, trató de mantener la calma. "Sí, Alan, estoy bien. Solo estoy un poco cansada, ha sido un día largo."
Alan acarició suavemente su mejilla. "Entiendo, pero quiero que sepas que estoy aquí para ti. Te amo, Laura."
Esas palabras, llenas de sinceridad y amor, hicieron que Roberto se sintiera aún más culpable. Sabía que no podía seguir evitando a Alan sin herir sus sentimientos. Pero la idea de tener relaciones íntimas con él era aterradora. Roberto se dio cuenta de que ser mujer no solo implicaba desafíos físicos y emocionales, sino también enfrentar situaciones íntimas que nunca había considerado, pero esos pensamientos iban a cambiar más rápido de lo que imaginaria, a medida que pasaban las semanas, Roberto, en el cuerpo de Laura, se encontró lidiando con un conflicto interno creciente. A pesar de su identidad masculina, su cuerpo femenino respondía de maneras que no había anticipado. Alan continuaba siendo un esposo amoroso y atento, y aunque Roberto trataba de mantener una distancia emocional, cada vez le resultaba más difícil ignorar los deseos naturales de su nuevo cuerpo.
Una noche, después de un día especialmente agotador, Alan preparó una cena especial para Laura. Encendió velas y puso música suave, creando un ambiente romántico. Roberto, aunque nervioso, se sintió conmovido por el esfuerzo de Alan. Durante la cena, conversaron sobre cosas triviales, y Roberto se dio cuenta de cuánto disfrutaba de la compañía de Alan. A pesar de sus reservas, empezó a sentir una conexión genuina con él.
Después de la cena, se sentaron juntos en el sofá, y Alan comenzó a masajearle los hombros. Roberto cerró los ojos, permitiéndose relajarse por primera vez en mucho tiempo. El toque de Alan, firme y gentil, lo hizo sentir seguro y apreciado. Sin darse cuenta, Roberto empezó a responder al afecto de Alan.
Esa noche, cuando Alan la llevó a la cama, Roberto no se resistió. Se dejó llevar por las sensaciones y emociones que su cuerpo experimentaba. Por primera vez, permitió que el deseo se apoderara de él, y descubrió que su cuerpo femenino anhelaba el afecto y la intimidad de Alan. Aunque su mente aún se debatía con la idea, su cuerpo respondía con una pasión que nunca había conocido.
A medida que Alan la acariciaba y la besaba, Roberto se encontró disfrutando de los placeres de tener sexo como mujer. Sentía cada toque, cada beso, con una intensidad que lo sorprendía. Su cuerpo se movía con naturalidad y deseo, y se dejó llevar por la corriente de placer que el pene de Alan le proporcionaba en su vagina. Roberto se sumergió por completo en su papel como la mujer de Alan y por primera vez estaba cumpliendo con sus deberes maritales, con cada embestida no solo proporcionaba una placer inimaginable para Roberto sino que era un paso más para que Roberto acepte por completo su nueva vida no solo como mujer y madre sino lo más importante, ser la esposa de Alan.
A la mañana siguiente, Roberto se despertó en los brazos de Alan, sintiéndose más conectado y en paz que nunca. Comprendió que, aunque su mente aún se aferraba a su identidad masculina, su cuerpo femenino necesitaba y disfrutaba del afecto de un hombre. Aceptar esta dualidad fue un paso crucial para su adaptación a su nueva vida.
Con el tiempo, Roberto comenzó a disfrutar más de su vida como Laura. Encontró satisfacción en los pequeños placeres cotidianos y por supuesto en la intimidad compartida con Alan y en el amor de sus hijos. Aunque la transición había sido difícil, descubrió que su nuevo cuerpo y vida le ofrecían experiencias y emociones que nunca había conocido.
Un día, mientras preparaba el desayuno para su familia, Roberto se dio cuenta de lo mucho que había cambiado. Había pasado de ser un hombre con un deseo secreto a vivir plenamente como Laura, una mujer, madre y esposa. Aunque su vida había tomado un rumbo inesperado, encontró una profunda satisfacción en los lazos familiares y en el amor que compartía con Alan.
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